Observando el río Sena, como una misteriosa nave estelar navegando en la misteriosa turbulencia de la imaginación de los artistas, domina la vista. Una fragancia inquietante flota entre las paredes de cemento crudo de sus amplios pasillos laberínticos, donde se reúne febrilmente una multitud de entusiastas e ilustrados visitantes: embriagadores volutas de madera ahumada, piel cálida y vibraciones metálicas.